lunes, 28 de marzo de 2011

Todos tenemos algo de Frankenstein


Mary Shelley acertó impecablemente al reflejar en su “Frankenstein” del siglo XIX, los cambios que para las sociedades traería el desarrollo científico e intelectual que prometía la recién asomada revolución industrial.

En 1994, Kenneth Branagh sacó a la luz lo que para muchos críticos es la versión cinematográfica más cercana al argumento de la obra literaria original, y que luego de haberla visto me ha dejado muchas reflexiones al establecer una analogía con las sociedades actuales.

Resulta sorprendente ver cómo hace dos siglos atrás se pudo predecir de manera tan exacta lo que ahora es el mundo contemporáneo, lo que los avances tecnológicos y científicos han modificado las culturas, las apreciaciones, los valores, los intereses, y más aún, las necesidades humanas.

Ese deseo intrínseco del hombre de querer más de lo que realmente necesita es lo que nos hace convertirnos en verdaderos “monstruos”, vivir a merced de estereotipos y hacer lo que sea por conseguir eso que nos satisfaga, incluso retando las leyes naturales de la humanidad, tal como Víctor Frankenstein hizo al querer vencer la muerte y crear vida aún después de ella.

Al igual que el desquiciado Frankenstein, los seres humanos muchas veces perdemos la noción de la realidad y actuamos cegados por la codicia, por el deseo de obtener lo que queremos, sin medir consecuencias e incluso, convirtiéndonos en la peor de ellas.

Pese a ser una película que trata algo “inexistente”, el argumento denota una interesante temática social que se ha convertido en el día a día de la humanidad, haciendo evidencia una vez más que a través de la ficción se reflejan realidades.

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